la mirada pegada al suelo,
arrastrando los pies andaba
sin ningún consuelo.
Como el agua estancada
sin ningún aliviadero,
su mente zozobraba
como en el mar un velero.
El mundo la ajusticiaba,
bruja en vil tormento,
hechizos que emanaba
con hierbajos curanderos.
Y por ello la mandaban
al cadalso en frío invierno,
para que ardiera su mirada
y purificara su cuerpo.
Y allí ya no gritaba,
no lanzó ni un juramento,
esperó que la atrapara
la justicia de lo eterno.
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