a quien amé toda la vida,
tantas cosas que compartí
se fueron en un segundo a la deriva.
Dejó mi alma sin calor,
mi corazón como agua fría,
inundó toda mi razón
de desesperación, alma cautiva.
En un segundo el dolor,
insoportable tortura, amiga,
se apoderó de lo que yo
con ella siempre tenía.
Lágrimas de compasión
rodaron ardientes por mis mejillas,
por este pobre trovador
que perdió su inspiración más divina.
En un segundo todo cambió,
lo negro al blanco invadía,
pobre loco que creyó
que la felicidad por siempre existía.
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