como dunas del árido desierto
que se apoderan de la naturaleza arrolladora
con su arena que quema como el fuego.
Inunda el cansancio la mirada,
cubierto el deseo por el sueño,
dormido por la ignorancia y su mirada
que como droga embrutece todos los sentimientos.
Nada nuevo bajo el sol y la luna,
rutina como doloroso tormento,
y acabado el cuerpo y la pluma
descansa en el moribundo intelecto.
Ni siquiera una lágrima suya,
ni un sincero reconocimiento
le sacan de la amargura
de haber perdido el talento.
Se acabó el juvenil derroche,
el maduro río discurriendo,
llegó en su vida la noche
y cubrió de oscuridad sus sueños.