tan frágil como un suspiro,
la mezquina tentación
consiguió hacerlo cautivo.
Su tremenda atracción,
su fascinante sonido,
convirtió en ladrón
a quien nunca lo había sido.
Quien robó el perdón
a un hombre herido,
y puso toda su pasión
en probar a su amigo.
Y aunque dijo no,
el diablo así lo quiso,
no invocó al Señor
y si a sus ángeles caídos.
Hombre sin amor,
su ambición sin sentido
lo atrapó en el dolor
y nunca fue querido.