no al intelecto,
a esa parte escondida
que todos llevamos dentro.
Escribo a la mirada,
a la raíz del sentimiento,
a la fe dormida
a la que voy y despierto.
A esa parte de la vida
que oculta mantenemos
para que no salga herida
si al viento la exponemos.
Escribo a ese soplo
que se cobija en el miedo,
a ese que es estorbo
cuando contradice al pensamiento.
Escribo a ese niño
que se refugia en nuestro aliento,
a ese puro chiquillo
que hace posibles los sueños.