al cáliz de la felicidad
siempre le queda una gota
para poder rebosar.
Por mucho que vierta en el gloria,
amor y verdadera amistad,
su capacidad me asombra
por no poderlo llenar.
Tántas cosas pero,
es lo que suelo pensar,
no puedo tocar el cielo
a punto de lograrlo alcanzar.
Se escapa de mis dedos
como la arena del mar,
al intentar cogerlo
siempre consigue escapar.
Nunca se llena mi cesto
porque no tiene final,
siempre meto y meto
y no lo puedo colmar.