recorrer todo tu cuerpo
y allí encarcelada
suplicaba al cielo.
Deja discurrir al agua
salvaje hasta el océano
sin poner en su curso trabas
que le impidan saciar al sediento.
No pudiste aconsejarla
y decirle que allí dentro
perfeccionaría su karma
para alcanzar lo eterno.
Y ella de sed gritaba
y lloraba sin quererlo
por sentirse enjaulada
muda y sin aliento.
Tu cuerpo la acariciaba
para mitigar su sufrimiento,
alma de ángel desolada
aceptando su reto.
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