Diseminados como de un puzle las piezas,
los recuerdos en aquella habitación
formaban en mi cabeza
su imagen impregnando mi corazón.
Retazos de pincelada incierta
mezclaba mi alma con dolor
componiendo la sola pieza
que se llevaba mi razón.
Y tras de mi cerrar la puerta
y alejar mis pasos de aquel salón
como brisa suave y fresca
apartaba de mi ese clamor.
Tiré la llave al acabar la escena
en algún lejano rincón
donde ni yo ni nadie pudiera
encontrarla y perder el control.
Las lágrimas volaron con su imagen,
el día de sufrimiento acabó,
pasó a través de mi un ángel
dejando paz en mi corazón.
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