un hombre sin precio,
no era producto de mercader,
era un hombre caval y honesto.
Su conciencia sin desfallecer,
nadie compraba su silencio,
no había nacido quien
pudiera su verbo retenerlo.
Suave como la miel,
cálido como el fuego,
a veces amargo como la hiel
y otras frío como el hielo.
No era fruto del edén
ni rescoldo del infierno,
amarlo era un placer
y todo un experimento.
No le ofendía reconocer
sus errores ni aciertos,
en él todo el poder
emanaba de su pensamiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario