por hacerle sentirse vivo,
por saber que no era sueño
todo lo acontecido.
Porque no hay felicidad sin dolor,
bienestar como alivio
después del amargo sabor
de una batalla en la que salió herido.
Agradeció el frescor
de la lluvia sobre su cara
después del abrasador calor
que incendió su alma.
Y aunque sucio de ceniza
la lluvia inundaba
su alma marchita
limpiando su falta.
Agradeció estar vivo
aunque el recuerdo quemara,
agradeció haber sufrido
para poder disfrutar ahora calma.
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