El sonido de la lavadora lavando,
bajo la luz fluorescente de la cocina,
sobre la mesa el desayuno ya acabado
allí estaba sentada su autoestima.
Para un mundo su mente preparada
que encerró entre sábanas dormidas,
lloraba en la cocina desolada
porque no encontraba una salida.
Ella quería romper el mundo,
quería mostrar lo que tenía
y encerrada tras un muro
contemplaba pasar la vida.
Escribía canciones ella sola,
canciones de lucha y risas,
metiendo su corazón en un sobre
para enviarlo lejos un día.
Puso la dirección apuntada
clara como la luz divina
pero el sello que necesitaba
nadie en el mundo lo vendía.
Lágrimas derramadas por su rostro,
perlas de sal muy fina,
sentada en el hogar contemplando
como la rutina la adormecía.
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