Tiene cortinas que esconden
el fracaso, lo oscuro y la derrota,
que solamente se descorren
para mostrar al mundo la gloria.
Y cuando cruza el umbral de su puerta
hacia fuera en la acera atestada
todo son sonrisas y grandeza
aunque tenga rota el alma.
Y llora solo en su cubil
con una voz ahogada
para que no cruce el redil
el sonido de la desgracia.
Por orgullo quiebra su ser,
sin recibir consuelo anda,
porque no le permite tener
libre su alma sin enjaularla.
Ríe sin felicidad envidiando poseer
eso por lo que aparentar se afana,
vive así por merecer
todo lo que para si guarda.
Qué preciosas cortinas,
qué maravilla de casa,
piensa quien por la calle camina
sin saber lo que dentro pasa.
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