y aferrado a ese pensamiento,
sumido en agonía
por no faltar a tu recuerdo.
Asumí la tortura
de dejar el tormento
de la droga dura
a la que estuve sujeto.
Tentaciones absurdas
despertaban mi deseo
de correr en su busca
y engancharme a su aliento.
Pero estar a la altura
y no traicionar un juramento
me liberó de la atadura
de su maldito infierno.
Gracias por creer en mi,
por confiar en mi temperamento,
gracias por apostar uno contra mil,
por mi voluntad y tu silencio.
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