en páginas escritos al viento,
con una fortaleza cautiva
anclada ahora en el recuerdo.
Porque todo lo que tiene vida
marca su hora el tiempo,
y hasta la historia más maldita
queda por su mandato a cubierto.
Todo lo que camina
e incluso todo lo quieto,
todo lo que se mira
o lo que se está sintiendo.
Se convierte en sonrisa
o quizás en lamento
se disipa como ceniza
mecida por la brisa en un desierto.
Y esa historia escrita
ocupa tan sólo un momento
cuando los ojos se depositan
en las líneas de su trayecto.
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