arrasan toda mi alma,
me queman por fuera y por dentro,
me incendian, me abrasan.
Lluvia que cual tormento
me fustiga con su lanza
hiriendo mi sentimiento
y levantando en mi llagas.
Y con la sal de un mar sediento
riega su ardiente daga
infringiendo más sufrimiento
sobre mi alma magullada.
No hay quien aplaque el viento
que extiende la hiriente capa,
que mitigue por un momento
el dolor que en mi propaga.
Castigo del infierno
que ni la nieve aplaca,
intuición de lo eterno
que cuando muera aguarda.
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